BULLI SAVED ME!!!
Para los que dicen que cenar en El Bulli cuesta de digerir aquí va mi experiencia:
Estaba muy muy malita, con el estómago más que revuelto, es decir llevaba dos días con una gripe estomacal. Sabéis que soy muy presumida para hablar de ello, pero antes de ir podríamos decir que “me iba por las patillas” y eso que llevo el pelo escalado. Tenía mesa en El Bulli con mis personas especiales y era una noche de celebraciones muy esperada. Así que fui pensando (con alguna lagrimita) que no podría comer nada o que al mitad de la comida mi estómago volvería a ponerse en huelga o se pondría violento. No era capaz ni de comer una manzana sin entregarme al señor Roca (y no me refiero a ninguno de los estrellados hermanos). Y allí me planté, en la Cala Montjoi con muy mal cuerpo pero con mucha ilusión.
Juli, Ferran Centelles, David Seijas y todo el equipo tan exquisitos como siempre, dando la bienvenida, como un sueño que te gustaría que se repitiera eternamente. Ferran Adrià en la cocina, mirando de reojo nuestras reacciones de niños pequeños en una juguetería. Lluís al ver mi cara y a todos los alimentos que soy intolerante me sonrió y me dio las mejores alternativas. Un menú espectacular de 44 platos, unas copas llenas de sensaciones y la excitación de los otros tres comensales, para los que, era su primer noche en El Bulli. Yo era reincidente, pero ¡nunca había ido enferma! Ver las caras de mis queridos compañeros era lo mejor, sabíamos que estábamos a punto de comer energía, creatividad y sorpresa.
Los aperitivos eran cocktails que jugaban con las temperaturas, con el alcohol, con la imaginación. Platos que eran cuadros llenos de metáforas. Chupar el néctar de una flor. Ver las sensaciones enciclopédicas de la soja. Tomar pistachos en todas sus declinaciones. Comer un helado bombón en forma de balón de gorgonzola. Pero yo creo que fueron las ortiguillas con caviar las que me hicieron revivir y que mi cuerpo dejara de sentir escalofríos para empezar a disfrutar de todo lo nuevo sabiendo que no me iba a sentar mal. Un brindis con copas rellenas de trufa blanca para olerlas como si fuera un vino para que luego decoraran el sabor de los ñoquis. Unos raviolis que se deshacían de conceptos. Una rosa con sabor a alcachofa. Un bocata de manzana. Muchos mordiscos multiplicados por mil propuestas sensitivas que nutren el corazón.
Muchos aplausos, tantos como los platos que nos hicieron llorar de la alegría de compartir emociones únicas. Del vino blanco suave al pasado por barrica del Priorat. Un sumoll para acabar con un cava. La caza, los caldos, las setas… Los postres de paisaje, un estanque helado y las múltiples maneras de disfrutar el chocolate, como si del Kamasutra se tratara. Disfruté como nunca, como siempre que he ido. Empezamos a las 20 y acabamos que eran más de las 2. El Bulli me curó, y al día siguiente ya estaba buena y mi digestión fue perfecta, como siempre que te llenas de felicidad y arte. Me sentí llena de poesía así que ya no hubo nada que se me pudiera atragantar. Gracias, Bulli, sois la mejor medicina para mi estómago y la mejor alimento para las ganas de belleza estética y filosófica. ¿Podéis vender un poquito de ello en la farmacia? Bulli saved me!
Un comentario
Eduard Ros
D’un que comença (millor tard que mai) a una més que consolidada (encara que et defineixin com a promesa): moltes felicitats pel blog.
El meu (gatronòmic) ja el tens referenciat, sols deixa’m apuntar-te un parell de posts del que em sento especialment satisfet.
http://brillat-savarin.blogspot.com/2009/12/la-puntuacion-en-la-gastronomia.html
http://brillat-savarin.blogspot.com/2009/12/libentia-ter.html
http://brillat-savarin.blogspot.com/2009/11/el-bulli.html
Moltes gràcies per la teva atenció i, espero, fins aviat.