Celos
Peco de muchos los pecados capitales, y la celosía, que creo que no está, tendría que estar. Porque aunque no mata a nadie, te mata por dentro. Está la envidia que es desear lo del otro. La celosía es proteger lo tuyo. Nunca la había entendido. Es más, ella se bebió un gran amor. Así que era implacable con los celosos. A los celosos, ni agua. No entendía esa oscura, obsesiva, infantil, infundada e inodora sospecha que se acaba haciéndose realidad por el desgaste de los mismo. Anhelaba unos ojos que me creyeran cuando de verdad sentía que solo quería a esa persona. Y ahora en mis carnes, sin poder respirar, estoy celosamente estúpida de un pasado en el que yo no existía. Como si le recriminara a un vino con un perfecto afinamiento en botella los años que no ha estado en mi boca. ¡Como si para no ser lo que soy no hubiera necesitado algunos trasvases! Pero es que me coge por dentro el deseo que solo sea mi copa la que tenga su líquido, sólo mis labios los que hayan degustado su saliva. Porque un Grand Cru, aunque todos lo deseen, sólo puede ser tuyo y es la exclusividad parte del gusto.