Chardonnay
Una botella de chardonnay. Un blanco con cuerpo, con grado alcohòlico. Es el mejor maridaje con pollo. No con el pollo asado a la reducción de roquefort. Si no con el pollo que le monté a Luís. Después de una semana de esperar su mensaje que no llegó durante el fin de semana la cita la cita como si nada. Y nada tocó de ese pollo, pero él se lo comió todo con patatas. No llegó al postre. No fueron a su casa a tomar esa última copa. Ya no esperaría más su llamada y se tomaría otra botella del chardonnay de la Conca de Barberà con el mejor maridajes: sus amigos y un Milmanda 2012. Sus componentes:, Abril, sommelier de vino en una famosa tienda de Barcelona. Amanda, comercial una bodega con buenas puntuaciones Parker en el Priorato. Roberto, famoso cocinero a punto de conseguir su tercera estrella Michelin. Cristina completaba este cuarteto gastronómico siendo la periodista gastronómica del periódico más importante de la ciudad. Con las notas almendradas del chardonnay fermentado en barrica recordaron porque casa con el pollo, y no sólo porque adelgaza a la plancha. Si no porque el curry libera de la astringencia de un hombre que no merece ser catado. A veces, los hombres son como el vino, por mucho que te fíes del etiquetaje, demuestran lo que son en la copa. Algunos ya con la nariz te muestran que están bouchonné, es decir que tienen aromas a corcho y que no están en buen estado. Otros precisan ser decantados para que abran su corazón. Otros no dan la talla en boca y menos en la cama. No se puede adivinar el vino solo por su apariencia: el color no cuenta más de un diez por ciento en una cata profesional. Los besos, como el aroma, anticipan lo que podría ser, pero hay algunos que les faltan taninos, porque no han tenido una buena crianza. Y ese buen par de taninos es lo que le faltaba a Luís para decir lo que parece que cuesta tanto, la sinceridad de decirle a la cara a una mujer: “no me interesas tanto”. No me interesas tanto para comprometer un sábado por la noche, para escribir un mensaje “de estoy vivo y existes para mí”. Los viajes, el trabajo, su exmujer, los niños, las obras en la casa de Ibiza… Todo eran excusas. Cuando alguien quiere de verdad, no hay semáforos que lo detengan. Tal vez abrieron demasiado pronto esa botella de cabernet californiano y a los tres días, por no haberla cerrado bien, ya se había oxidado. Tal vez necesitaba emborracharse una noche más de sus besos, oler su piel y bebérselo sabiendo que era el último sorbo. Muchas veces nuestro enfado es por la decepción. Pidiendo a un vino lo que nos falta, lo que querríamos que fuera. Y con los hombres lo hacemos aún peor.
– ¿Cómo eres capaz de rechazarme?
– ¡Si en tu vida has soñado con estar con una mujer como yo!
El epitafio de una clase de mujeres que no soportan no ser la mejor, la especial, la única. El éxito de la gastronomía barcelonesa que tanto le hacía brillar se hundía en un vaso de agua. Luís, empresario de hoteles y varios restaurantes de Madrid la atrajo des del primer momento. Después de la presentación de los premios Time Out, acabaron el grupito de la elite gastronómica catalana tomando bebiendo unas copas de tempranillo en el Nacional en pleno Passeig de Gràcia. Se miraron y supieron que no esperarían la tapa de jamón con “pà amb tomàquet”. Con la excusa que me acompañaba a casa, en el Borne, hicieron esa primera de cava pinot noir, delante de Santa María del Mar. Abril, como toda hija de vecino, hasta pudo vislumbrar su futura boda delante la plaza. Se imaginó con hijos antes de los treinta y siete que era el tope que le había marcado su ginecólogo. Le preocupa que se me pase el arroz. Amanda, en cambio, decía que a ella si se le pasaba, haría una reducción con trufa y se devoraría solita su rissotto. Se lo puede permitir. Tiene un amante italiano que hace dos sin sacarla. Y un míster Tarragona que le regala tremendos orgasmos gracias al sexo tántrico. Roberto lo tiene más jodido. Su marido es una reina consorte. Siempre preocupado por hacer notas de agradecimiento, envolver los regalos y ocuparse de la sala del restaurante. Es de los que tiene a punto las tazas de cerámica de su abuela con todos los platos a conjunto para hacer que tomar el té en su casa sea una cerimonia. Es tan atento a esos detalles que Roberto no puede hacer ni una canita al aire teniendo a la gay eixample pudiente en sus mesas. A veces creo que sigue guisando el pollo de mil maneras como deseo freudiano hacia sus comensales. Pero eso es otro capítulo. La primera semana de Luís y Abril fue exquisita. Ese período donde reinan los buenos vinos y los mejores restaurantes. Hasta fueron a Alimentaria juntos. Esto es más que presentarla a los padres, es presentarla en sociedad. La que había empezado haciendo un artículo al mes en el Magazine de los domingos, y que en breve se ocuparía de la sección de restaurantes del periódico. Un Mauro vendimia seleccionada para una primera cita, no estaba nada mal. Un vino contundente, con personalidad con un buen potencial de envejecimiento. Así creía que sería su relación. Pero acabó siendo como vulgar tinto de verano. Demasiado carbónico, con carácter frutal, desenfadado, fácil y simple. Con poca más profundidad que los hombres que lo habían precedido. Aún no había encontrado un hombre con el que ir a cenar al Celler de Can Roca.