Viva el vino (también en N.Y.C.)
Hace unos años escribí una columna en esta publicación diciendo “El vino ha muerto en Nueva York, viva el cóctel”. Ahora de vuelta a la ciudad con más energía del mundo veo lo equivocada que estaba. En Wall Street el vino sigue en alza. ¿Por qué? Porque en Manhattan aún las empresas pagan las comidas y en ellas no puede faltar el vino. Aunque esté multiplicado su precio, porque“da clase”. A veces hasta por cuatro y por cinco. Me siento en el Bar Basque con Victor Sánchez, que trabaja para la distribuidora del Grupo Codorniu entre otras bodegas como Pittacum y Terras Gauda que se llama Aveniu Brands. Me quedo embobada mirando las máquinas que miden por mililitros el vino a copas. “La copa media de vino está sobre los 15- 20 dólares y esto es lo que funciona”. Las botellas que hay son muy buenas. Des de Flor de Pingus a Clos Mogador. No tomamos nada pero lo observamos todo “Es que en todos los restaurantes tienen a un beverage manager de excelente formación, interesado y muy informado sobre las últimas novedades y tendencias”. Le pregunto qué como es el mercado aquí. La respuesta depende del estado. “En New Jersey lo que funcionan son los cupones porque solo puede haber un solo precio”. Poca coña sobre lo que se factura en un estado como New Jersey. Pero es que Nueva York es el escaparate donde todos quieren estar. Se necesita un buen distribuidor como en todos los sitios pero sobretodo una gran inversión de tiempo, dinero y relaciones públicas a largo plazo. Porque no todo el mundo se queda mucho tiempo en la ciudad. O estás arriba o te quitan el sitio. Too much. El vino no se compra en supermercados, solo en licoreras. Y es que es verdad que en la ciudad que nunca duerme no te puedes quedar dormido. Así fue el despertar de los vinos de Ordoñez que siguen llevando la bandera de las viñas españolas en Norte América. A principios de noviembre la Asociación Vinícola Catalana fue a conquistar la Big Apple. Como tarjeta de presentación la AVC llevaba a Josep Roca con su cata magistral, al presidente del INCAVI, Jordi Bort y a 31 bodegas. Según datos del OeMv los EEUU es el segundo país importador de vinos catalanes (y supongo que españoles) con un incremento del 8.7%. La facturación del primer trimestre del 2011 fue nada menos que 29.6 millones de euros. Otorgaron la mejor carta de vinos catalanes a a El Mercat de New York y la Taberna de Haro en Boston. Yo llegué tarde, porque no sabía nada de mis compatriotas visitando la ciudad, como free-lance para mover mi libro y sólo con mis contactos. La suerte me llevó a encontrarme al pequeño del “El Celler de Can Roca”, Jordi buscando un taxi y acabé en la presentación de Madrid Fusión en el Culinary Center del Soho con Roncero y Capel. Invité como pareja gastrónomica a la periodista gastronómica Angela May (presentadora del Bocuse d’Or) con la que colaboré en el programa del Planet Food de Barcelona. Las acciones de la Gran Manzana las marca el mundo tecnológico del Apple de Steven Jobs, muerto pero tan vivo en nuestro día a día. Gracias a twitter Víctor supo que estaba en la city. Con Linkedin me encontró Ángel de la Fuente, para hacerme conocer un grupo de empresarios españoles locos por el vino que forman un club gourmet muy privado, selecto y divertido en el restaurante Solera. (Donde hace poco Quim Marqués, chef del restaurante “El Suquet de l’Almirall” estaba haciendo su paella cerca de la tercera avenida). En “Solera Blind Tasting Fraternity” invitan a “gente del vino” para compartir una cata a ciegas. En su agenda tienen a Pablo Álvarez, Alvaro Palacios, Peñín… En facebook contacté con mi admirada Alice Feiring con la quién pude comentar su último libro. (Editores españoles, no está traducido en español, ¿a qué esperáis?). Se llama “Naked Wines” y habla sobre los vinos ecológicos. En sus ojos de “Alicia en el país de la maravillas” veo que hay muchas ciudades en esta gran ciudad. Igual que su gente, que aunque no pueda crecer las viñas en el Empire States, siguen anhelando los vinos sinceros, auténticos y que hablen la lengua del buen gusto. Por ello, en el mundo del vino de N.Y.C., no hay crisis y el cóctel no es competidor, si no que es lo que viene después. Lo que viene antes está claro. Burbujas. Prosecco y cava ganando posiciones pero el champagne es lo que les ha quedado de más francés después de los problemas políticos. Porque aunque las french fries cambien de nacionalidad cuesta con los espumosos. Pero el podium es grande, estamos en la ciudad más conocida del mundo y para el buen vino, siempre hay un lugar. Ojalá en mi próxima visita en esta ciudad para presentar mi “Presume de Vinos” en el Instituto Cervantes pueda decir que: “¡la coca-cola ha muerto, viva el vino!”